Tienes un cargo directivo con varios reportes directos y notas que algunos miembros de tu equipo suelen, a veces, asegurar la ocurrencia de sucesos inciertos o exagerar en cuanto a ciertos resultados de negocio, lo que se acentúa cuando la presión de trabajo aumenta. No siempre puedes comprobar si lo que te aseguraron es totalmente cierto, pero como crees que no se trata de asuntos graves y no puedes darte el lujo de perder mucho tiempo, vas dejando pasar los hechos. Sin embargo, le incomoda que te mientan y a esa gente quisieras confiarle más cosas, pero prefieres no hacerlo. Además, tú mismo no siempre dices la verdad: cuando te ingresa una llamada a tu oficina de un proveedor o cliente con quien no deseas hablar, prefieres decir que estás ocupado y cuando estás llegando tarde a una reunión, aseguras que demorará “tan solo 10 minutos” sabiendo que se demorarás el doble. ¿Decimos que “nos preocupamos por nuestros clientes” a pesar de que tenemos mucho por mejorar al respecto? ¿Encubrimos a un colaborador que no está desempeñándose bien? ¿Escogemos las cifras que más nos acomodan para evitar que un proyecto sea descontinuado? ¿Es necesario tener algo de mentira para que las cosas “fluyan”? ¿Cuáles son los efectos de la mentira en la empresa?
La mentira en nuestro ADN
Según el libro del Génesis, si bien Dios advirtió a Adán y Eva que podrían comer del fruto de todos los árboles del jardín pero no del que estaba en el medio, so pena de muerte, la serpiente le aseguró a Eva que no morirían, sino que serían tan poderosos como Dios. Salvo la religión musulmana, que bajo la doctrina de la tawriya, permite mentir creativamente siempre que no se generen injusticias, todas las religiones en el mundo condenan categóricamente la mentira, comportamiento que no solo tiene que ver con faltar a la verdad manifestando algo distinto de lo que sabemos, creemos o pensamos, sino también con inducir al error, decir algo de una manera engañosa para que no parezca falso, crear alguna ilusión o falsa impresión, distraer a alguien para que no se dé cuenta de una realidad, aparentar que estamos calmos cuando realmente no es así o ser infieles sentimentalmente.
Un estudio del 2002 por la Universidad de Massachusetts descubrió que el 60% de los adultos en EE.UU. no pueden sostener una conversación de 10 minutos sin decir por lo menos una mentira. Asimismo, según el libro “The Day America Told the Truth”, de James Patterson y Peter Kim, los norteamericanos suelen mentir a sus padres el 86% de las veces, mientras a sus amigos el 75%, a hermanos el 73% y a sus parejas el 69% de las veces, mintiendo generalmente en pequeñas cosas sin importancia, buscando ser mejor vistos.
La mentira en la empresa
Las grandes mentiras corporativas han llevado a quiebras muy mediáticas en empresas como Enron -por sus estados financieros sistemáticamente manipulados- o a la pérdida de confianza en clientes en empresas como Gloria -por la leche “Pura Vida”, que sin quebrantar la ley, llevó a que muchos de sus consumidores crean que solo contenía leche de vaca-. Mentimos porque tratamos de complacer a nuestros clientes o porque no queremos ser castigados por un error, para ser mejor vistos, para no sentir vergüenza o para no perder poder. Sin embargo, la presencia de la mentira en la empresa tiene que ver muchas veces con pecados que podríamos considerar como “veniales”, porque se dan cotidianamente y solo buscan que cuidar nuestra imagen.
Una encuesta realizada por la empresa Kronos en Estados Unidos, Canada, Reino Unido, Francia, Australia, México, China e India descubrió que el 58% de los empleados se reportan como enfermos en aquellos días en los que hay un evento deportivo que desean ver por televisión o asistir personalmente, sintiéndose el 80% culpable por mentir.
Una mentira en la empresa puede llevarnos a no tomar la mejor decisión, generar injusticias y desperdiciar recursos, atentando contra indicadores de negocio, pero el principal daño se da en el que miente, pues le quita credibilidad, impacta en sus relaciones con otros colaboradores y lo va convirtiendo en peor profesional. ¿Cuál es el costo de no mentir? ¿Tener que pedir disculpas y hacer un mea culpa por no poder cumplir bien con un compromiso? ¿Analizar mejor los problemas para no optar por la solución más fácil? ¿Acostumbrarnos a organizarnos mejor y manejar mejor nuestros tiempos? Si erradicamos la mentira de nuestro actuar, no solo seremos mejores profesionales y personas, sino que también viviremos con menos estrés, mejorando nuestra salud mental y física.
¿Qué podemos hacer como directivos para evitar la mentira?
Solución de problemas | Acostumbrémonos a ir a la raíz de los problemas, analizando sus causas. De esa manera plantearemos planes de acción más realistas. |
Cultura corporativa | Fomentemos la honestidad y la justicia, con una cultura de preocupación por las personas, cuidando mucho que nuestros líderes den el ejemplo y dando a nuestros colaboradores la posibilidad de responder honestamente. |
Sistemas de control | Tengamos mecanismos de control interno que ayuden a auditar el buen cumplimiento de políticas y procedimientos, de manera sistemática. |
Feedback | Usemos las encuestas de 360º para dar feedback a nuestros subordinados Si un trabajador no sabe cuáles son sus fortalezas y debilidades, y que estará su jefe para apoyarlo, será difícil que sepa en qué debe mejorar |
Ausencia de favoritismos | Contemos con sistemas objetivos de evaluación del desempeño, con indicadores concretos y encuestas de 360º, para poder reconocer el esfuerzo y resultados de manera más justa |
Ojo con el “látigo” | Es importante ser exigente para que nuestro equipo rinda más, pero cuando exigimos al máximo y nuestros colaboradores llegan a su límite, tenderán a mentir, buscando proteger sus puestos. Planteemos objetivos realistas y plazos que no sean incumplibles. |