Llevas algunos años reportándole al mismo jefe y la relación que tienes con él es buena. Poco a poco, te has ido acostumbrando a su estilo de dirección y sueles estar al día con los pendientes y encargos específicos que te asigna. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, hay algunos asuntos en los que necesitas específicamente la ayuda de tu jefe, pero sientes que no te apoya y llevan algún tiempo «atracados». Se trata de aspectos importantes para cumplir con tus objetivos y responsabilidades a cabalidad, y tienen que ver ya sea con la colaboración, procesos y servicios de otras áreas, o con aprobaciones a trabajos que le has presentado. ¿Está acaso tu jefe muy ocupado como para darle importancia a tus asuntos? ¿Esa mayor jerarquía o «peso» del jefe no te ayuda como un respaldo para mejorar el nivel de servicio que te brindan otras áreas? ¿Qué opciones te quedan, más allá de enviar e–mails e insistir en tus pedidos personalmente?
Las relaciones de un jefe hacia sus reportes directos suelen llamar la atención de los expertos en dirección de empresas, pues en ello consiste la esencia misma del liderazgo; sin embargo, ¿qué hay de las relaciones de uno mismo hacia su jefe? ¿Hasta dónde es prudente «exigirle» cuando no sintamos su apoyo? ¿Nos quedará tan solo resignarnos a esperar sus «buenos oficios»?
El «sí, señor»
Una regla no escrita en la escuela antigua de la administración aconsejaba no contradecir a personas de más edad, experiencia o nivel jerárquico que uno mismo, lo que todavía persiste en organizaciones muy tradicionales o con jerarquías muy marcadas, como las de la Iglesia y el Ejército. Sin embargo, con la administración moderna, las nuevas generaciones van viendo a sus jefes no como personas infalibles o irrefutables, sino como gente de carne y hueso, a quienes se les puede abordar asertivamente, cuestionando lo que parezca cuestionable o exigiendo apoyo cuando se crea necesario.
Una encuesta entre 500 empleados de distintas empresas en Estados Unidos, publicada en el libro Lo que quiere la gente de Terry Bacon, reveló que el 81% de los encuestados veía como un factor muy importante en su éxito profesional el poder contar con su gerente cuando lo necesiten, siendo más importante que la autenticidad (76%) y apreciación (74%).
¿Qué buscamos de nuestro jefe?
Nuestro jefe no es solo quien más puede influir en nuestro desarrollo profesional, sino nuestro punto de contacto más importante dentro de la organización. Es como «nuestra voz», pues podríamos necesitar no solo una mejora salarial y mayor entrenamiento, sino también aprobaciones y colaboración de otras áreas, ya sea mediante desarrollos informáticos, logísticos, cotizaciones o contrataciones, teniendo que ver no solo con procesos y procedimientos, sino sobre todo con prioridades, voluntades y competencias de terceros.
En una encuesta del 2017 por la encuestadora Gallup entre 1,500 empleados en Estados Unidos, People Management Study, el 94% de los empleados que reconocieron tener jefes extraordinarios tiene pasión y energía con sus trabajos, mientras esos sentimientos se dan en solo el 59% de aquellos con jefes malos.
¿Qué puedes hacer para lograr mayor apoyo de tu jefe?
–Mantener un diálogo abierto: La relación con tu jefe se fortalecerá no con una, sino con muchas conversaciones. Si no tienes reuniones predefinidas por él para revisar tu desempeño y pendientes, pídele formalizarlas y programarlas, con una frecuencia semanal o quincenal. –Tratarlo como a un cliente: Descubre qué es importante para tu jefe y qué está priorizando, para tratar de enfocarte en aquellos trabajos y actividades que sintonicen con los de él.
–Clarificar los recursos: Antes de comprometerte a algo, asegúrate de contar con los recursos necesarios, para evitar que aparezcan luego «sorpresas» en el camino. Cuando te falte algo, no supongas que tu jefe está al tanto y comunícaselo, precisando las consecuencias de no poder cumplir con ciertos objetivos o encargos.
–Utilizar un medio escrito: Durante las reuniones, deja sentado objetivamente lo que necesitas. De no ser posible, refuérzalo a través de e–mails o llamadas telefónicas, pero sin insistir. Sé muy prudente y cuida las formas —a nadie le gusta estar recibiendo un mismo correo electrónico reiterativamente—. Hay otras maneras de pedir las cosas y la mejor siempre será cara a cara.
–Evitar conversaciones hacia abajo: Jamás comentes con personal de otras áreas —ni con tus propios subalternos— algún juicio de valor sobre problemas con tu jefe. Ello solo fomentará rumores y, finalmente, jugará contra tu propia imagen.